domingo, 26 de abril de 2015

Pedir ayuda


Pedir ayuda


Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Gálatas 6:2

Algunas veces es muy difícil pedir ayuda, pero ¡debemos hacerlo! Y más aún: debemos estar atentos a la necesidad de los demás para ayudarlos. Colaborar con la tarea hogareña es una forma sencilla de ayudar al otro.

Desde niña me enseñaron a ayudar en las tareas del hogar. Mi mamá asignaba un trabajo en la casa para mí y para cada una de mis hermanas. Mi tarea era limpiar la cocina. Si había que lavar platos diez veces al día, tenía que hacerlo. Y los domingos era día de lustrar las ollas; tenían que estar limpias y sin manchas. Mi mamá las revisaba una por una; y si alguna no estaba bien, me hacía lustrarla de nuevo. Cada una de mis hermanas también tenía una tarea, y debía hacerla bien y sin ayuda.

Cuando me case, descubrí que en la familia de mi esposo pasaba todo lo contrario. Todos hacían todo juntos: si uno lavaba los platos, el otro enjuagaba y el otro secaba. Si uno estaba cocinando, el otro hacía la ensalada, el otro cortaba el pan y el otro preparaba el jugo. Yo me acostumbre a valerme por mi misma, y me cuesta mucho pedir ayuda. Las veces que he estado enferma, me ha sido muy difícil tener que depender de otros. Sin embargo, con el tiempo, he aprendido que pedir colaboración no es tan malo, y que realmente me agrada ayudar cuando me necesitan. Más aún, he descubierto que siempre que pido Ayuda… ¡la recibo!

Esto también sucede con nuestra vida espiritual: nos cuesta dejar que el Señor nos ayude y queremos hacerlo todo por nosotras mismas. Hasta que, un día, nos damos cuenta de que realmente necesitamos su ayuda celestial para sobrevivir en este mundo tan difícil y lleno de desafíos. Lo lindo es que nuestro Padre siempre está dispuesto a ayudarnos en todo momento y en todo lugar; solo tenemos que pedirle y estar dispuestas a aceptar su ayuda generosa.

Que en este día puedas extender tus manos al cielo y recibir la ayuda que tanto necesitas. Él está listo para dártela. Pero si tienes las dos manos ocupadas solo en recibir, no podrás seguir recibiendo durante mucho más tiempo. Por eso es necesario que recuerdes que con una mano recibes, y con la otra das.

por: Rebeca Amador

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