lunes, 29 de diciembre de 2014

Por Amor



Edward VIII, quien fue conocido como duque de Windsor, nació el 23 de junio de 1894 y murió el 28 de mayo de 1972. Es recordado como el rey que menos tiempo duró en su trono.

Tras la muerte de su padre, como hijo mayor era su deber asumir el mando sobre todo cuanto controlaba en aquel tiempo el imperio Británico. Sin embargo, se produjo una gran crisis constitucional cuando se supo de sus intenciones de matrimonio con una celebridad de Hollywood, quien contaba con dos divorcios en su historial. Ella era Wallis Simpson.

Los ministros y todo aquel que formaba parte de la corte real, se pusieron duramente al matrimonio argumentando que nadie la aceptaría como reina. Los obstáculos que se levantaban contra esta historia de amor eran cada vez mayores por la gran cantidad de miembros que levantaban su vos en contra de este matrimonio. Entre ellos, el mismísimo primer ministro Stanley Baldwin.

Edward solo tenía dos opciones; renunciar a la corona o renunciar al amor de su vida. Finalmente, el 11 de diciembre de 1936, el monarca de Reino Unido tomó la decisión en favor de su amor por Wallis, aunque tuvo que renunciar a su corona. Se dice que los hombres pueden hacer todo por amor, hasta cosas que nunca antes se habían imaginado que harían. Ese es el caso del príncipe Edward que para muchos se convierte en un adalid del romanticismo.

Una historia similar se escribió hace 2000 años atrás, cuando Dios mismo, decidió dejar su lugar en el cielo, su poder, el señorío y su trono, para ir en busca de la humanidad a quien amaba con un amor infinitamente mayor al que podamos imaginarnos.

“Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna.” Juan 3:16 Versión DHH.

Jesús, el Hijo de Dios, renunció a su deidad para nacer en un cuerpo humano y quedar sujeto a los mismos contratiempos que tenemos todos en la vida. Ahora sabría que se siente tener hambre o sed, o bien la sensación de no tener dinero, de trabajar bajo el sol, de caminar por varios kilómetros para llegar a un lugar, etc. Esos 33 años que Él vivió en la tierra , significó un tiempo de preparación que culminaría en la cruz del calvario, ofreciendo su vida en un acto de amor por excelencia, perfecto y sin mancha. Todo esto lo hizo por su incondicional amor a la humanidad.

El rey Edward, estando en el trono decidió renunciar a esa posición por amor, de igual manera, Jesús, siendo Dios, decidió despojarse de su lugar en el cielo, para nacer de una mujer virgen y rescatar a la humanidad, a través de su muerte en la cruz. El cumplimiento de una promesa tan grande y hermosa, sin lugar a dudas debe ser motivo de alegría y de regocijo.

“Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres. Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.” Lucas 2:10-15 Versión RVR1960.

Recibamos el regalo que Dios nos ha dado y permitamos que en nuestro corazón, nazca una salvación.

por:cvclavoz



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