Mientras pasábamos el fin de semana en un lugar tranquilo, familiar y con piscina, descubrimos que para nuestra pequeña era imposible resistir aquel deseo de sumergirse con su muñeca en el agua, pero les confieso que mientras ella estaba entusiasmada yo estaba aterrada!, así que apoyada por su papi se fue rumbo al agua.
Notaba como estaba interesada en aprender a nadar y escuchaba atentamente las instrucciones de su papi! ¡Mantén la cabeza arriba, mueve los brazos y los pies y Cruza al otro lado! Decía mi esposo, y ella feliz cumplía las instrucciones. Mientras yo me mantenía en oración, y alerta, no para entrar a rescatarla, sino por si en algún momento había que gritar por ayuda!
Pero cuando podía notar que ella cruzaba al otro lado acompañada por su salvavidas en forma de pato y tocaba la mano de su papi, respiraba profundamente aliviada y con la alegría de saber que lo podía lograr, porque su papi estaba pendiente.
Situaciones tan sencillas como esta me hacen recordar la promesa del Señor: «Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas» (Isa. 43: 2). Cuando Jesús y sus discípulos cruzaban el lago y en ese momento los sorprendió una tempestad, pensaron que morirían, pero no fue así porque Jesús estaba con ellos, pendiente de calmar la tempestad.
Quizá en tu vida hay obstáculos que no te permiten avanzar y te mantienen a oscuras. Quizás has pensado que Dios se ha cansado de esperarte al otro lado y cuando cruces no estará allí para extenderte la mano. Si crees que el gozo y la paz jamás llegaran a tu vida a rebozar tu corazón, tan solo pídele al Señor que te permita ver a través de las aguas y de la fuerte tempestad de las dificultades, y podrás verás las manos de Dios extendidas hacia ti, listas para sacarte de las aguas y llevarte segura al otro lado.
ESCRITO POR:
Giselle Aponte
Mientras pasábamos el fin de semana en un lugar tranquilo, familiar y con piscina, descubrimos que para nuestra pequeña era imposible resistir aquel deseo de sumergirse con su muñeca en el agua, pero les confieso que mientras ella estaba entusiasmada yo estaba aterrada!, así que apoyada por su papi se fue rumbo al agua.
Notaba como estaba interesada en aprender a nadar y escuchaba atentamente las instrucciones de su papi! ¡Mantén la cabeza arriba, mueve los brazos y los pies y Cruza al otro lado! Decía mi esposo, y ella feliz cumplía las instrucciones. Mientras yo me mantenía en oración, y alerta, no para entrar a rescatarla, sino por si en algún momento había que gritar por ayuda!
Pero cuando podía notar que ella cruzaba al otro lado acompañada por su salvavidas en forma de pato y tocaba la mano de su papi, respiraba profundamente aliviada y con la alegría de saber que lo podía lograr, porque su papi estaba pendiente.
Situaciones tan sencillas como esta me hacen recordar la promesa del Señor: «Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas» (Isa. 43: 2). Cuando Jesús y sus discípulos cruzaban el lago y en ese momento los sorprendió una tempestad, pensaron que morirían, pero no fue así porque Jesús estaba con ellos, pendiente de calmar la tempestad.
Quizá en tu vida hay obstáculos que no te permiten avanzar y te mantienen a oscuras. Quizás has pensado que Dios se ha cansado de esperarte al otro lado y cuando cruces no estará allí para extenderte la mano. Si crees que el gozo y la paz jamás llegaran a tu vida a rebozar tu corazón, tan solo pídele al Señor que te permita ver a través de las aguas y de la fuerte tempestad de las dificultades, y podrás verás las manos de Dios extendidas hacia ti, listas para sacarte de las aguas y llevarte segura al otro lado.
ESCRITO POR:
Giselle Aponte